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LECTURA 1:
Un equipo de investigadores estudio los cambios en la composición de los animales después de un incendio y concluyo que la fauna malacologica1 es buena indicadora de la recuperación forestal.
Los investigadores realizaron un muestreo en los límites de un incendio ocurrido en la periferia de un parque natural. Su objetivo era comprobar si los moluscos terrestres recolonizaban las zonas quemadas o creaban refugios donde vivían los sobrevivientes.
“El fuego forestal cambia radicalmente las condiciones del hábitat para los moluscos terrestres, como la estructura de la vegetación y la cantidad de humus2, lo cual afecta significativamente la composición de esta comunidad animal”, señalo Xavier Santos.
Según el equipo, los moluscos terrestres son buenos indicadores del proceso de recuperación de la fauna en bosques afectados por incendios porque son especies muy sensibles a las condiciones del suelo y la estructura vegetal. Los científicos encontraron que había grandes diferencias entre las estaciones de control y las zonas quemadas en las 25 especies de moluscos terrestres identificados.
En las zonas quemadas se observó una ausencia significativa de numerosas especies características del bosque y un incremento de especies propias de los ambientes más secos. Los biólogos demostraron así los efectos negativos de un incendio forestal sobre la riqueza de moluscos.
1 malacológica: Parte de la zoología que trata sobre los moluscos.
2 humus: Capa superficial del suelo, constituida por la descomposición de materiales animales y vegetales.
La expresión “fauna malacológica” ¿se refiere a?
LECTURA 1:
Un equipo de investigadores estudio los cambios en la composición de los animales después de un incendio y concluyo que la fauna malacologica1 es buena indicadora de la recuperación forestal.
Los investigadores realizaron un muestreo en los límites de un incendio ocurrido en la periferia de un parque natural. Su objetivo era comprobar si los moluscos terrestres recolonizaban las zonas quemadas o creaban refugios donde vivían los sobrevivientes.
“El fuego forestal cambia radicalmente las condiciones del hábitat para los moluscos terrestres, como la estructura de la vegetación y la cantidad de humus2, lo cual afecta significativamente la composición de esta comunidad animal”, señalo Xavier Santos.
Según el equipo, los moluscos terrestres son buenos indicadores del proceso de recuperación de la fauna en bosques afectados por incendios porque son especies muy sensibles a las condiciones del suelo y la estructura vegetal. Los científicos encontraron que había grandes diferencias entre las estaciones de control y las zonas quemadas en las 25 especies de moluscos terrestres identificados.
En las zonas quemadas se observó una ausencia significativa de numerosas especies características del bosque y un incremento de especies propias de los ambientes más secos. Los biólogos demostraron así los efectos negativos de un incendio forestal sobre la riqueza de moluscos.
1 malacológica: Parte de la zoología que trata sobre los moluscos.
2 humus: Capa superficial del suelo, constituida por la descomposición de materiales animales y vegetales.
La palabra “periferia” significa
LECTURA 1:
Un equipo de investigadores estudio los cambios en la composición de los animales después de un incendio y concluyo que la fauna malacologica1 es buena indicadora de la recuperación forestal.
Los investigadores realizaron un muestreo en los límites de un incendio ocurrido en la periferia de un parque natural. Su objetivo era comprobar si los moluscos terrestres recolonizaban las zonas quemadas o creaban refugios donde vivían los sobrevivientes.
“El fuego forestal cambia radicalmente las condiciones del hábitat para los moluscos terrestres, como la estructura de la vegetación y la cantidad de humus2, lo cual afecta significativamente la composición de esta comunidad animal”, señalo Xavier Santos.
Según el equipo, los moluscos terrestres son buenos indicadores del proceso de recuperación de la fauna en bosques afectados por incendios porque son especies muy sensibles a las condiciones del suelo y la estructura vegetal. Los científicos encontraron que había grandes diferencias entre las estaciones de control y las zonas quemadas en las 25 especies de moluscos terrestres identificados.
En las zonas quemadas se observó una ausencia significativa de numerosas especies características del bosque y un incremento de especies propias de los ambientes más secos. Los biólogos demostraron así los efectos negativos de un incendio forestal sobre la riqueza de moluscos.
1 malacológica: Parte de la zoología que trata sobre los moluscos.
2 humus: Capa superficial del suelo, constituida por la descomposición de materiales animales y vegetales.
La expresión “estaciones de control” se refiere a
LECTURA 1:
Un equipo de investigadores estudio los cambios en la composición de los animales después de un incendio y concluyo que la fauna malacologica1 es buena indicadora de la recuperación forestal.
Los investigadores realizaron un muestreo en los límites de un incendio ocurrido en la periferia de un parque natural. Su objetivo era comprobar si los moluscos terrestres recolonizaban las zonas quemadas o creaban refugios donde vivían los sobrevivientes.
“El fuego forestal cambia radicalmente las condiciones del hábitat para los moluscos terrestres, como la estructura de la vegetación y la cantidad de humus2, lo cual afecta significativamente la composición de esta comunidad animal”, señalo Xavier Santos.
Según el equipo, los moluscos terrestres son buenos indicadores del proceso de recuperación de la fauna en bosques afectados por incendios porque son especies muy sensibles a las condiciones del suelo y la estructura vegetal. Los científicos encontraron que había grandes diferencias entre las estaciones de control y las zonas quemadas en las 25 especies de moluscos terrestres identificados.
En las zonas quemadas se observó una ausencia significativa de numerosas especies características del bosque y un incremento de especies propias de los ambientes más secos. Los biólogos demostraron así los efectos negativos de un incendio forestal sobre la riqueza de moluscos.
1 malacológica: Parte de la zoología que trata sobre los moluscos.
2 humus: Capa superficial del suelo, constituida por la descomposición de materiales animales y vegetales.
En la lectura, la palabra “riqueza” significa
LECTURA 1:
Un equipo de investigadores estudio los cambios en la composición de los animales después de un incendio y concluyo que la fauna malacologica1 es buena indicadora de la recuperación forestal.
Los investigadores realizaron un muestreo en los límites de un incendio ocurrido en la periferia de un parque natural. Su objetivo era comprobar si los moluscos terrestres recolonizaban las zonas quemadas o creaban refugios donde vivían los sobrevivientes.
“El fuego forestal cambia radicalmente las condiciones del hábitat para los moluscos terrestres, como la estructura de la vegetación y la cantidad de humus2, lo cual afecta significativamente la composición de esta comunidad animal”, señalo Xavier Santos.
Según el equipo, los moluscos terrestres son buenos indicadores del proceso de recuperación de la fauna en bosques afectados por incendios porque son especies muy sensibles a las condiciones del suelo y la estructura vegetal. Los científicos encontraron que había grandes diferencias entre las estaciones de control y las zonas quemadas en las 25 especies de moluscos terrestres identificados.
En las zonas quemadas se observó una ausencia significativa de numerosas especies características del bosque y un incremento de especies propias de los ambientes más secos. Los biólogos demostraron así los efectos negativos de un incendio forestal sobre la riqueza de moluscos.
1 malacológica: Parte de la zoología que trata sobre los moluscos.
2 humus: Capa superficial del suelo, constituida por la descomposición de materiales animales y vegetales.
Según la lectura, ¿qué les sucede a los moluscos en las zonas quemadas después de un incendio forestal?
LECTURA 1:
Un equipo de investigadores estudio los cambios en la composición de los animales después de un incendio y concluyo que la fauna malacologica1 es buena indicadora de la recuperación forestal.
Los investigadores realizaron un muestreo en los límites de un incendio ocurrido en la periferia de un parque natural. Su objetivo era comprobar si los moluscos terrestres recolonizaban las zonas quemadas o creaban refugios donde vivían los sobrevivientes.
“El fuego forestal cambia radicalmente las condiciones del hábitat para los moluscos terrestres, como la estructura de la vegetación y la cantidad de humus2, lo cual afecta significativamente la composición de esta comunidad animal”, señalo Xavier Santos.
Según el equipo, los moluscos terrestres son buenos indicadores del proceso de recuperación de la fauna en bosques afectados por incendios porque son especies muy sensibles a las condiciones del suelo y la estructura vegetal. Los científicos encontraron que había grandes diferencias entre las estaciones de control y las zonas quemadas en las 25 especies de moluscos terrestres identificados.
En las zonas quemadas se observó una ausencia significativa de numerosas especies características del bosque y un incremento de especies propias de los ambientes más secos. Los biólogos demostraron así los efectos negativos de un incendio forestal sobre la riqueza de moluscos.
1 malacológica: Parte de la zoología que trata sobre los moluscos.
2 humus: Capa superficial del suelo, constituida por la descomposición de materiales animales y vegetales.
De la lectura se INFIERE que cuanto
Lectura A
Los antiguos egipcios sentían un respeto religioso por la sabiduría. Sin embargo, la palabra con que se denominaban el saber y el conocimiento era sospechosa, pues solo unos pocos la dominaban. Para ellos, el saber eran los libros, y saber era simplemente saber escribir. El hombre que sabía dibujar letras lo era todo en esa civilización. Así, el sabio era el escriba, el literato que plasmaba la palabra en las superficies.
La escritura egipcia nació aproximadamente en el año 3000 a. C. y fue, en sus orígenes, un sistema pictográfico en el que simplemente se dibujaba la imagen de lo que se quería representar. Los egipcios la consideraban un signo de poder, un arte mágico reservado a las clases más altas. De hecho, creían que escribir el nombre de una persona significaba darle a la misma una especie de vida eterna.
La escritura y su secuela, la contabilidad, dominaron la vida egipcia, la penetraron, la inundaron. Se escribía constantemente, ya fuera en papiros, trozos de cerámica, tabillas de arcilla o gigantescas piedras. De todo se formaba expediente y se hacía inventario, utilizando una tinta perenne que sigue intacta a distancia de cinco mil años.
En aquel entonces, el escriba proliferaba inexorable. Se le hallaba dondequiera con su cálamo detrás de la oreja, listo para ser utilizado. Desde los diez o doce años, los egipcios que no cultivaban el campo se desempeñaban como escribas, dedicándose, entre otras cosas, a contabilizar los productos de las cosechas. De hecho, había contadores para todo: contadores de cereales, contadores de bueyes, contadores de árboles, etc.
Sin embargo, con tantas instancias escritas no existía el menor intento de ordenar una gramática. La teoría, la ciencia, faltaban por completo. La escritura tenía un sentido mágico y administrativo, pero no intelectual. Se amaba la forma de la letra, pero no el posible espíritu que cupiera inyectar en ella.
Lectura B
El libro es el ejemplar que lleva en sí, esencialmente, el requerimiento de ser escrito, fijado, ya que al quedar escrito es como si virtualmente una voz anónima lo estuviese diciendo siempre. Este es el primer momento del libro como auténtica función viviente: que está, en potencia, diciendo en todo momento lo que hay que decir.
Pero con lo indicado no basta para saber lo que es un libro. Obvio es sentir alguna curiosidad sobre qué le pasa a un decir cuando se le fija, esto es, se le deja escrito. Evidentemente, se intenta con ello proporcionarle algo que de por sí no tenía: la permanencia.
En efecto, antes del libro manuscrito no había otra forma en que se pudiera conservar y acumular el saber pretérito —del pasado propio o ajeno— que la memoria. Sin embargo, la memoria es intransferible, queda adscrita a la persona. He aquí uno de los fundamentos más robustos para la autoridad de los ancianos: eran los que sabían más porque tenían más larga memoria, eran más “libros vivientes” que los jóvenes; libros, por decirlo así, con más páginas. Mas
la invención de la escritura, que luego dio pie a la creación del libro, desestancó el saber de la memoria y acabó con la autoridad de los viejos.
Ahora bien, la escritura, al fijar un decir, solo puede conservar las palabras, pero no las intuiciones vivientes que integran su sentido. La situación vital de donde brotaron se volatiliza inexorablemente: el tiempo, en su incesante galope, se la lleva sobre el anca. Así pues, al conservar solo las palabras, el libro conserva solo la ceniza del efectivo pensamiento. Para que este reviva y perviva no basta con el libro. Es preciso que otro hombre reproduzca en su persona la situación vital a la que respondía aquel pensamiento. Solo entonces puede afirmarse que las frases del libro
han sido entendidas y que el decir pretérito se ha salvado.
En la lectura A, la palabra “espíritu” se refiere a
LECTURA 2 (DOBLE):
Lectura A
Los antiguos egipcios sentían un respeto religioso por la sabiduría. Sin embargo, la palabra con que se denominaban el saber y el conocimiento era sospechosa, pues solo unos pocos la dominaban. Para ellos, el saber eran los libros, y saber era simplemente saber escribir. El hombre que sabía dibujar letras lo era todo en esa civilización. Así, el sabio era el escriba, el literato que plasmaba la palabra en las superficies.
La escritura egipcia nació aproximadamente en el año 3000 a. C. y fue, en sus orígenes, un sistema pictográfico en el que simplemente se dibujaba la imagen de lo que se quería representar. Los egipcios la consideraban un signo de poder, un arte mágico reservado a las clases más altas. De hecho, creían que escribir el nombre de una persona significaba darle a la misma una especie de vida eterna.
La escritura y su secuela, la contabilidad, dominaron la vida egipcia, la penetraron, la inundaron. Se escribía constantemente, ya fuera en papiros, trozos de cerámica, tabillas de arcilla o gigantescas piedras. De todo se formaba expediente y se hacía inventario, utilizando una tinta perenne que sigue intacta a distancia de cinco mil años.
En aquel entonces, el escriba proliferaba inexorable. Se le hallaba dondequiera con su cálamo detrás de la oreja, listo para ser utilizado. Desde los diez o doce años, los egipcios que no cultivaban el campo se desempeñaban como escribas, dedicándose, entre otras cosas, a contabilizar los productos de las cosechas. De hecho, había contadores para todo: contadores de cereales, contadores de bueyes, contadores de árboles, etc.
Sin embargo, con tantas instancias escritas no existía el menor intento de ordenar una gramática. La teoría, la ciencia, faltaban por completo. La escritura tenía un sentido mágico y administrativo, pero no intelectual. Se amaba la forma de la letra, pero no el posible espíritu que cupiera inyectar en ella.
Lectura B
El libro es el ejemplar que lleva en sí, esencialmente, el requerimiento de ser escrito, fijado, ya que al quedar escrito es como si virtualmente una voz anónima lo estuviese diciendo siempre. Este es el primer momento del libro como auténtica función viviente: que está, en potencia, diciendo en todo momento lo que hay que decir.
Pero con lo indicado no basta para saber lo que es un libro. Obvio es sentir alguna curiosidad sobre qué le pasa a un decir cuando se le fija, esto es, se le deja escrito. Evidentemente, se intenta con ello proporcionarle algo que de por sí no tenía: la permanencia.
En efecto, antes del libro manuscrito no había otra forma en que se pudiera conservar y acumular el saber pretérito —del pasado propio o ajeno— que la memoria. Sin embargo, la memoria es intransferible, queda adscrita a la persona. He aquí uno de los fundamentos más robustos para la autoridad de los ancianos: eran los que sabían más porque tenían más larga memoria, eran más “libros vivientes” que los jóvenes; libros, por decirlo así, con más páginas. Mas
la invención de la escritura, que luego dio pie a la creación del libro, desestancó el saber de la memoria y acabó con la autoridad de los viejos.
Ahora bien, la escritura, al fijar un decir, solo puede conservar las palabras, pero no las intuiciones vivientes que integran su sentido. La situación vital de donde brotaron se volatiliza inexorablemente: el tiempo, en su incesante galope, se la lleva sobre el anca. Así pues, al conservar solo las palabras, el libro conserva solo la ceniza del efectivo pensamiento. Para que este reviva y perviva no basta con el libro. Es preciso que otro hombre reproduzca en su persona la situación vital a la que respondía aquel pensamiento. Solo entonces puede afirmarse que las frases del libro
han sido entendidas y que el decir pretérito se ha salvado.
Según la lectura A, el surgimiento de la escritura obedeció a
LECTURA 2 (DOBLE):
Lectura A
Los antiguos egipcios sentían un respeto religioso por la sabiduría. Sin embargo, la palabra con que se denominaban el saber y el conocimiento era sospechosa, pues solo unos pocos la dominaban. Para ellos, el saber eran los libros, y saber era simplemente saber escribir. El hombre que sabía dibujar letras lo era todo en esa civilización. Así, el sabio era el escriba, el literato que plasmaba la palabra en las superficies.
La escritura egipcia nació aproximadamente en el año 3000 a. C. y fue, en sus orígenes, un sistema pictográfico en el que simplemente se dibujaba la imagen de lo que se quería representar. Los egipcios la consideraban un signo de poder, un arte mágico reservado a las clases más altas. De hecho, creían que escribir el nombre de una persona significaba darle a la misma una especie de vida eterna.
La escritura y su secuela, la contabilidad, dominaron la vida egipcia, la penetraron, la inundaron. Se escribía constantemente, ya fuera en papiros, trozos de cerámica, tabillas de arcilla o gigantescas piedras. De todo se formaba expediente y se hacía inventario, utilizando una tinta perenne que sigue intacta a distancia de cinco mil años.
En aquel entonces, el escriba proliferaba inexorable. Se le hallaba dondequiera con su cálamo detrás de la oreja, listo para ser utilizado. Desde los diez o doce años, los egipcios que no cultivaban el campo se desempeñaban como escribas, dedicándose, entre otras cosas, a contabilizar los productos de las cosechas. De hecho, había contadores para todo: contadores de cereales, contadores de bueyes, contadores de árboles, etc.
Sin embargo, con tantas instancias escritas no existía el menor intento de ordenar una gramática. La teoría, la ciencia, faltaban por completo. La escritura tenía un sentido mágico y administrativo, pero no intelectual. Se amaba la forma de la letra, pero no el posible espíritu que cupiera inyectar en ella.
Lectura B
El libro es el ejemplar que lleva en sí, esencialmente, el requerimiento de ser escrito, fijado, ya que al quedar escrito es como si virtualmente una voz anónima lo estuviese diciendo siempre. Este es el primer momento del libro como auténtica función viviente: que está, en potencia, diciendo en todo momento lo que hay que decir.
Pero con lo indicado no basta para saber lo que es un libro. Obvio es sentir alguna curiosidad sobre qué le pasa a un decir cuando se le fija, esto es, se le deja escrito. Evidentemente, se intenta con ello proporcionarle algo que de por sí no tenía: la permanencia.
En efecto, antes del libro manuscrito no había otra forma en que se pudiera conservar y acumular el saber pretérito —del pasado propio o ajeno— que la memoria. Sin embargo, la memoria es intransferible, queda adscrita a la persona. He aquí uno de los fundamentos más robustos para la autoridad de los ancianos: eran los que sabían más porque tenían más larga memoria, eran más “libros vivientes” que los jóvenes; libros, por decirlo así, con más páginas. Mas
la invención de la escritura, que luego dio pie a la creación del libro, desestancó el saber de la memoria y acabó con la autoridad de los viejos.
Ahora bien, la escritura, al fijar un decir, solo puede conservar las palabras, pero no las intuiciones vivientes que integran su sentido. La situación vital de donde brotaron se volatiliza inexorablemente: el tiempo, en su incesante galope, se la lleva sobre el anca. Así pues, al conservar solo las palabras, el libro conserva solo la ceniza del efectivo pensamiento. Para que este reviva y perviva no basta con el libro. Es preciso que otro hombre reproduzca en su persona la situación vital a la que respondía aquel pensamiento. Solo entonces puede afirmarse que las frases del libro
han sido entendidas y que el decir pretérito se ha salvado.
En la lectura B, la palabra “páginas” se refiere a
LECTURA 2 (DOBLE):
Lectura A
Los antiguos egipcios sentían un respeto religioso por la sabiduría. Sin embargo, la palabra con que se denominaban el saber y el conocimiento era sospechosa, pues solo unos pocos la dominaban. Para ellos, el saber eran los libros, y saber era simplemente saber escribir. El hombre que sabía dibujar letras lo era todo en esa civilización. Así, el sabio era el escriba, el literato que plasmaba la palabra en las superficies.
La escritura egipcia nació aproximadamente en el año 3000 a. C. y fue, en sus orígenes, un sistema pictográfico en el que simplemente se dibujaba la imagen de lo que se quería representar. Los egipcios la consideraban un signo de poder, un arte mágico reservado a las clases más altas. De hecho, creían que escribir el nombre de una persona significaba darle a la misma una especie de vida eterna.
La escritura y su secuela, la contabilidad, dominaron la vida egipcia, la penetraron, la inundaron. Se escribía constantemente, ya fuera en papiros, trozos de cerámica, tabillas de arcilla o gigantescas piedras. De todo se formaba expediente y se hacía inventario, utilizando una tinta perenne que sigue intacta a distancia de cinco mil años.
En aquel entonces, el escriba proliferaba inexorable. Se le hallaba dondequiera con su cálamo detrás de la oreja, listo para ser utilizado. Desde los diez o doce años, los egipcios que no cultivaban el campo se desempeñaban como escribas, dedicándose, entre otras cosas, a contabilizar los productos de las cosechas. De hecho, había contadores para todo: contadores de cereales, contadores de bueyes, contadores de árboles, etc.
Sin embargo, con tantas instancias escritas no existía el menor intento de ordenar una gramática. La teoría, la ciencia, faltaban por completo. La escritura tenía un sentido mágico y administrativo, pero no intelectual. Se amaba la forma de la letra, pero no el posible espíritu que cupiera inyectar en ella.
Lectura B
El libro es el ejemplar que lleva en sí, esencialmente, el requerimiento de ser escrito, fijado, ya que al quedar escrito es como si virtualmente una voz anónima lo estuviese diciendo siempre. Este es el primer momento del libro como auténtica función viviente: que está, en potencia, diciendo en todo momento lo que hay que decir.
Pero con lo indicado no basta para saber lo que es un libro. Obvio es sentir alguna curiosidad sobre qué le pasa a un decir cuando se le fija, esto es, se le deja escrito. Evidentemente, se intenta con ello proporcionarle algo que de por sí no tenía: la permanencia.
En efecto, antes del libro manuscrito no había otra forma en que se pudiera conservar y acumular el saber pretérito —del pasado propio o ajeno— que la memoria. Sin embargo, la memoria es intransferible, queda adscrita a la persona. He aquí uno de los fundamentos más robustos para la autoridad de los ancianos: eran los que sabían más porque tenían más larga memoria, eran más “libros vivientes” que los jóvenes; libros, por decirlo así, con más páginas. Mas
la invención de la escritura, que luego dio pie a la creación del libro, desestancó el saber de la memoria y acabó con la autoridad de los viejos.
Ahora bien, la escritura, al fijar un decir, solo puede conservar las palabras, pero no las intuiciones vivientes que integran su sentido. La situación vital de donde brotaron se volatiliza inexorablemente: el tiempo, en su incesante galope, se la lleva sobre el anca. Así pues, al conservar solo las palabras, el libro conserva solo la ceniza del efectivo pensamiento. Para que este reviva y perviva no basta con el libro. Es preciso que otro hombre reproduzca en su persona la situación vital a la que respondía aquel pensamiento. Solo entonces puede afirmarse que las frases del libro
han sido entendidas y que el decir pretérito se ha salvado.
En la lectura B, de la frase “el libro conserva solo la ceniza del efectivo pensamiento” se puede inferir que
Lectura A
Los antiguos egipcios sentían un respeto religioso por la sabiduría. Sin embargo, la palabra con que se denominaban el saber y el conocimiento era sospechosa, pues solo unos pocos la dominaban. Para ellos, el saber eran los libros, y saber era simplemente saber escribir. El hombre que sabía dibujar letras lo era todo en esa civilización. Así, el sabio era el escriba, el literato que plasmaba la palabra en las superficies.
La escritura egipcia nació aproximadamente en el año 3000 a. C. y fue, en sus orígenes, un sistema pictográfico en el que simplemente se dibujaba la imagen de lo que se quería representar. Los egipcios la consideraban un signo de poder, un arte mágico reservado a las clases más altas. De hecho, creían que escribir el nombre de una persona significaba darle a la misma una especie de vida eterna.
La escritura y su secuela, la contabilidad, dominaron la vida egipcia, la penetraron, la inundaron. Se escribía constantemente, ya fuera en papiros, trozos de cerámica, tabillas de arcilla o gigantescas piedras. De todo se formaba expediente y se hacía inventario, utilizando una tinta perenne que sigue intacta a distancia de cinco mil años.
En aquel entonces, el escriba proliferaba inexorable. Se le hallaba dondequiera con su cálamo detrás de la oreja, listo para ser utilizado. Desde los diez o doce años, los egipcios que no cultivaban el campo se desempeñaban como escribas, dedicándose, entre otras cosas, a contabilizar los productos de las cosechas. De hecho, había contadores para todo: contadores de cereales, contadores de bueyes, contadores de árboles, etc.
Sin embargo, con tantas instancias escritas no existía el menor intento de ordenar una gramática. La teoría, la ciencia, faltaban por completo. La escritura tenía un sentido mágico y administrativo, pero no intelectual. Se amaba la forma de la letra, pero no el posible espíritu que cupiera inyectar en ella.
Lectura B
El libro es el ejemplar que lleva en sí, esencialmente, el requerimiento de ser escrito, fijado, ya que al quedar escrito es como si virtualmente una voz anónima lo estuviese diciendo siempre. Este es el primer momento del libro como auténtica función viviente: que está, en potencia, diciendo en todo momento lo que hay que decir.
Pero con lo indicado no basta para saber lo que es un libro. Obvio es sentir alguna curiosidad sobre qué le pasa a un decir cuando se le fija, esto es, se le deja escrito. Evidentemente, se intenta con ello proporcionarle algo que de por sí no tenía: la permanencia.
En efecto, antes del libro manuscrito no había otra forma en que se pudiera conservar y acumular el saber pretérito —del pasado propio o ajeno— que la memoria. Sin embargo, la memoria es intransferible, queda adscrita a la persona. He aquí uno de los fundamentos más robustos para la autoridad de los ancianos: eran los que sabían más porque tenían más larga memoria, eran más “libros vivientes” que los jóvenes; libros, por decirlo así, con más páginas. Mas
la invención de la escritura, que luego dio pie a la creación del libro, desestancó el saber de la memoria y acabó con la autoridad de los viejos.
Ahora bien, la escritura, al fijar un decir, solo puede conservar las palabras, pero no las intuiciones vivientes que integran su sentido. La situación vital de donde brotaron se volatiliza inexorablemente: el tiempo, en su incesante galope, se la lleva sobre el anca. Así pues, al conservar solo las palabras, el libro conserva solo la ceniza del efectivo pensamiento. Para que este reviva y perviva no basta con el libro. Es preciso que otro hombre reproduzca en su persona la situación vital a la que respondía aquel pensamiento. Solo entonces puede afirmarse que las frases del libro
han sido entendidas y que el decir pretérito se ha salvado.
En la lectura A, se relaciona el saber con la escritura; mientras que en la lectura B, se relaciona el saber con
Lectura A
Los antiguos egipcios sentían un respeto religioso por la sabiduría. Sin embargo, la palabra con que se denominaban el saber y el conocimiento era sospechosa, pues solo unos pocos la dominaban. Para ellos, el saber eran los libros, y saber era simplemente saber escribir. El hombre que sabía dibujar letras lo era todo en esa civilización. Así, el sabio era el escriba, el literato que plasmaba la palabra en las superficies.
La escritura egipcia nació aproximadamente en el año 3000 a. C. y fue, en sus orígenes, un sistema pictográfico en el que simplemente se dibujaba la imagen de lo que se quería representar. Los egipcios la consideraban un signo de poder, un arte mágico reservado a las clases más altas. De hecho, creían que escribir el nombre de una persona significaba darle a la misma una especie de vida eterna.
La escritura y su secuela, la contabilidad, dominaron la vida egipcia, la penetraron, la inundaron. Se escribía constantemente, ya fuera en papiros, trozos de cerámica, tabillas de arcilla o gigantescas piedras. De todo se formaba expediente y se hacía inventario, utilizando una tinta perenne que sigue intacta a distancia de cinco mil años.
En aquel entonces, el escriba proliferaba inexorable. Se le hallaba dondequiera con su cálamo detrás de la oreja, listo para ser utilizado. Desde los diez o doce años, los egipcios que no cultivaban el campo se desempeñaban como escribas, dedicándose, entre otras cosas, a contabilizar los productos de las cosechas. De hecho, había contadores para todo: contadores de cereales, contadores de bueyes, contadores de árboles, etc.
Sin embargo, con tantas instancias escritas no existía el menor intento de ordenar una gramática. La teoría, la ciencia, faltaban por completo. La escritura tenía un sentido mágico y administrativo, pero no intelectual. Se amaba la forma de la letra, pero no el posible espíritu que cupiera inyectar en ella.
Lectura B
El libro es el ejemplar que lleva en sí, esencialmente, el requerimiento de ser escrito, fijado, ya que al quedar escrito es como si virtualmente una voz anónima lo estuviese diciendo siempre. Este es el primer momento del libro como auténtica función viviente: que está, en potencia, diciendo en todo momento lo que hay que decir.
Pero con lo indicado no basta para saber lo que es un libro. Obvio es sentir alguna curiosidad sobre qué le pasa a un decir cuando se le fija, esto es, se le deja escrito. Evidentemente, se intenta con ello proporcionarle algo que de por sí no tenía: la permanencia.
En efecto, antes del libro manuscrito no había otra forma en que se pudiera conservar y acumular el saber pretérito —del pasado propio o ajeno— que la memoria. Sin embargo, la memoria es intransferible, queda adscrita a la persona. He aquí uno de los fundamentos más robustos para la autoridad de los ancianos: eran los que sabían más porque tenían más larga memoria, eran más “libros vivientes” que los jóvenes; libros, por decirlo así, con más páginas. Mas
la invención de la escritura, que luego dio pie a la creación del libro, desestancó el saber de la memoria y acabó con la autoridad de los viejos.
Ahora bien, la escritura, al fijar un decir, solo puede conservar las palabras, pero no las intuiciones vivientes que integran su sentido. La situación vital de donde brotaron se volatiliza inexorablemente: el tiempo, en su incesante galope, se la lleva sobre el anca. Así pues, al conservar solo las palabras, el libro conserva solo la ceniza del efectivo pensamiento. Para que este reviva y perviva no basta con el libro. Es preciso que otro hombre reproduzca en su persona la situación vital a la que respondía aquel pensamiento. Solo entonces puede afirmarse que las frases del libro
han sido entendidas y que el decir pretérito se ha salvado.
Una idea que comparten ambas lecturas, A y B, es
LECTURA 3:
(1) Los virus han desarrollado a lo largo de su evolución múltiples estrategias para penetrar en el cuerpo humano. (2) Nuestro cuerpo, por su parte, no asiste desvalido a esa invasión. (3) En realidad, en comparación con la cantidad de agentes patógenos que nos circundan constantemente, enfermamos muy pocas veces. (4) Para nuestra defensa poseemos posibilidades de defensa generales y específicas. (5) La nariz y el tracto bronquial tienen unas barreras infranqueables para muchos virus. (6) En nuestra nariz, los pequeños cilios nasales interceptan los virus y las bacterias que se encuentran en el aire. (7) Los agentes que logran introducirse son transportados hacia el exterior por la mucosidad de los órganos respiratorios. (8) En un ataque masivo de agentes patógenos se incrementa la producción de mucosidad: (9) el enfermo padece entonces tos y rinitis. (10) Los ácidos gástricos, la piel y una capa de células especiales que recubren el intestino combaten también a los intrusos. (11) Si esta primera línea defensiva fracasa, el sistema inmunológico entra en acción. (12) Se trata de una complicada malla, cuyo funcionamiento no se ha conocido con detalle hasta hace muy pocos años. (13) La defensa inmunológica destruye los virus intrusos (14) e incluso puede inmunizarnos contra un nuevo ataque de un virus del mismo tipo. (15) Los leucocitos cumplen una función determinante en la respuesta inmunológica. (16) Circulan en la sangre (17) y se mantienen en contacto para coordinar múltiples efectos recíprocos. (18) Los fagocitos, un tipo de leucocitos como su nombre indica, devoran literalmente a los virus intrusos. (19) Los fagocitos no solo patrullan en la sangre, sino que también localizan a los enemigos en el sistema linfático. (20) Estas células devoradoras constituyen una respuesta inmunológica rápida y no específica. (21) Reaccionan a las pocas horas de la infección (22) y lo hacen antes de que la respuesta específica entre en acción.
Los enunciados del 1 al 12 describen las defensas del sistema inmunológico ante los virus. ¿Cuál de ellos recoge MEJOR su contenido general?
LECTURA 3:
(1) Los virus han desarrollado a lo largo de su evolución múltiples estrategias para penetrar en el cuerpo humano. (2) Nuestro cuerpo, por su parte, no asiste desvalido a esa invasión. (3) En realidad, en comparación con la cantidad de agentes patógenos que nos circundan constantemente, enfermamos muy pocas veces. (4) Para nuestra defensa poseemos posibilidades de defensa generales y específicas. (5) La nariz y el tracto bronquial tienen unas barreras infranqueables para muchos virus. (6) En nuestra nariz, los pequeños cilios nasales interceptan los virus y las bacterias que se encuentran en el aire. (7) Los agentes que logran introducirse son transportados hacia el exterior por la mucosidad de los órganos respiratorios. (8) En un ataque masivo de agentes patógenos se incrementa la producción de mucosidad: (9) el enfermo padece entonces tos y rinitis. (10) Los ácidos gástricos, la piel y una capa de células especiales que recubren el intestino combaten también a los intrusos. (11) Si esta primera línea defensiva fracasa, el sistema inmunológico entra en acción. (12) Se trata de una complicada malla, cuyo funcionamiento no se ha conocido con detalle hasta hace muy pocos años. (13) La defensa inmunológica destruye los virus intrusos (14) e incluso puede inmunizarnos contra un nuevo ataque de un virus del mismo tipo. (15) Los leucocitos cumplen una función determinante en la respuesta inmunológica. (16) Circulan en la sangre (17) y se mantienen en contacto para coordinar múltiples efectos recíprocos. (18) Los fagocitos, un tipo de leucocitos como su nombre indica, devoran literalmente a los virus intrusos. (19) Los fagocitos no solo patrullan en la sangre, sino que también localizan a los enemigos en el sistema linfático. (20) Estas células devoradoras constituyen una respuesta inmunológica rápida y no específica. (21) Reaccionan a las pocas horas de la infección (22) y lo hacen antes de que la respuesta específica entre en acción.
Los enunciados del 3 al 7 tratan de las defensas desarrolladas por el cuerpo ante los virus. ¿Cuál de ellos puede omitirse sin perder información necesaria?
LECTURA 3:
(1) Los virus han desarrollado a lo largo de su evolución múltiples estrategias para penetrar en el cuerpo humano. (2) Nuestro cuerpo, por su parte, no asiste desvalido a esa invasión. (3) En realidad, en comparación con la cantidad de agentes patógenos que nos circundan constantemente, enfermamos muy pocas veces. (4) Para nuestra defensa poseemos posibilidades de defensa generales y específicas. (5) La nariz y el tracto bronquial tienen unas barreras infranqueables para muchos virus. (6) En nuestra nariz, los pequeños cilios nasales interceptan los virus y las bacterias que se encuentran en el aire. (7) Los agentes que logran introducirse son transportados hacia el exterior por la mucosidad de los órganos respiratorios. (8) En un ataque masivo de agentes patógenos se incrementa la producción de mucosidad: (9) el enfermo padece entonces tos y rinitis. (10) Los ácidos gástricos, la piel y una capa de células especiales que recubren el intestino combaten también a los intrusos. (11) Si esta primera línea defensiva fracasa, el sistema inmunológico entra en acción. (12) Se trata de una complicada malla, cuyo funcionamiento no se ha conocido con detalle hasta hace muy pocos años. (13) La defensa inmunológica destruye los virus intrusos (14) e incluso puede inmunizarnos contra un nuevo ataque de un virus del mismo tipo. (15) Los leucocitos cumplen una función determinante en la respuesta inmunológica. (16) Circulan en la sangre (17) y se mantienen en contacto para coordinar múltiples efectos recíprocos. (18) Los fagocitos, un tipo de leucocitos como su nombre indica, devoran literalmente a los virus intrusos. (19) Los fagocitos no solo patrullan en la sangre, sino que también localizan a los enemigos en el sistema linfático. (20) Estas células devoradoras constituyen una respuesta inmunológica rápida y no específica. (21) Reaccionan a las pocas horas de la infección (22) y lo hacen antes de que la respuesta específica entre en acción.
Los enunciados del 7 al 21 tratan de la protección del cuerpo humano ante los virus. ¿Cuál de ellos puede omitirse sin perder información necesaria?
LECTURA 3:
(1) Los virus han desarrollado a lo largo de su evolución múltiples estrategias para penetrar en el cuerpo humano. (2) Nuestro cuerpo, por su parte, no asiste desvalido a esa invasión. (3) En realidad, en comparación con la cantidad de agentes patógenos que nos circundan constantemente, enfermamos muy pocas veces. (4) Para nuestra defensa poseemos posibilidades de defensa generales y específicas. (5) La nariz y el tracto bronquial tienen unas barreras infranqueables para muchos virus. (6) En nuestra nariz, los pequeños cilios nasales interceptan los virus y las bacterias que se encuentran en el aire. (7) Los agentes que logran introducirse son transportados hacia el exterior por la mucosidad de los órganos respiratorios. (8) En un ataque masivo de agentes patógenos se incrementa la producción de mucosidad: (9) el enfermo padece entonces tos y rinitis. (10) Los ácidos gástricos, la piel y una capa de células especiales que recubren el intestino combaten también a los intrusos. (11) Si esta primera línea defensiva fracasa, el sistema inmunológico entra en acción. (12) Se trata de una complicada malla, cuyo funcionamiento no se ha conocido con detalle hasta hace muy pocos años. (13) La defensa inmunológica destruye los virus intrusos (14) e incluso puede inmunizarnos contra un nuevo ataque de un virus del mismo tipo. (15) Los leucocitos cumplen una función determinante en la respuesta inmunológica. (16) Circulan en la sangre (17) y se mantienen en contacto para coordinar múltiples efectos recíprocos. (18) Los fagocitos, un tipo de leucocitos como su nombre indica, devoran literalmente a los virus intrusos. (19) Los fagocitos no solo patrullan en la sangre, sino que también localizan a los enemigos en el sistema linfático. (20) Estas células devoradoras constituyen una respuesta inmunológica rápida y no específica. (21) Reaccionan a las pocas horas de la infección (22) y lo hacen antes de que la respuesta específica entre en acción.
¿Cuál de los siguientes enunciados le añade información y enriquece ESTILÍSTICAMENTE la secuencia de los enunciados del 1 al 17 sin negar lo que en ellos se expresa?
LECTURA 3:
(1) Los virus han desarrollado a lo largo de su evolución múltiples estrategias para penetrar en el cuerpo humano. (2) Nuestro cuerpo, por su parte, no asiste desvalido a esa invasión. (3) En realidad, en comparación con la cantidad de agentes patógenos que nos circundan constantemente, enfermamos muy pocas veces. (4) Para nuestra defensa poseemos posibilidades de defensa generales y específicas. (5) La nariz y el tracto bronquial tienen unas barreras infranqueables para muchos virus. (6) En nuestra nariz, los pequeños cilios nasales interceptan los virus y las bacterias que se encuentran en el aire. (7) Los agentes que logran introducirse son transportados hacia el exterior por la mucosidad de los órganos respiratorios. (8) En un ataque masivo de agentes patógenos se incrementa la producción de mucosidad: (9) el enfermo padece entonces tos y rinitis. (10) Los ácidos gástricos, la piel y una capa de células especiales que recubren el intestino combaten también a los intrusos. (11) Si esta primera línea defensiva fracasa, el sistema inmunológico entra en acción. (12) Se trata de una complicada malla, cuyo funcionamiento no se ha conocido con detalle hasta hace muy pocos años. (13) La defensa inmunológica destruye los virus intrusos (14) e incluso puede inmunizarnos contra un nuevo ataque de un virus del mismo tipo. (15) Los leucocitos cumplen una función determinante en la respuesta inmunológica. (16) Circulan en la sangre (17) y se mantienen en contacto para coordinar múltiples efectos recíprocos. (18) Los fagocitos, un tipo de leucocitos como su nombre indica, devoran literalmente a los virus intrusos. (19) Los fagocitos no solo patrullan en la sangre, sino que también localizan a los enemigos en el sistema linfático. (20) Estas células devoradoras constituyen una respuesta inmunológica rápida y no específica. (21) Reaccionan a las pocas horas de la infección (22) y lo hacen antes de que la respuesta específica entre en acción.
¿Cuál de los siguientes enunciados del 4 al 12 expresa INDIRECTAMENTE MEJOR la defensa del sistema inmunológico ante los virus?
LECTURA 3:
(1) Los virus han desarrollado a lo largo de su evolución múltiples estrategias para penetrar en el cuerpo humano. (2) Nuestro cuerpo, por su parte, no asiste desvalido a esa invasión. (3) En realidad, en comparación con la cantidad de agentes patógenos que nos circundan constantemente, enfermamos muy pocas veces. (4) Para nuestra defensa poseemos posibilidades de defensa generales y específicas. (5) La nariz y el tracto bronquial tienen unas barreras infranqueables para muchos virus. (6) En nuestra nariz, los pequeños cilios nasales interceptan los virus y las bacterias que se encuentran en el aire. (7) Los agentes que logran introducirse son transportados hacia el exterior por la mucosidad de los órganos respiratorios. (8) En un ataque masivo de agentes patógenos se incrementa la producción de mucosidad: (9) el enfermo padece entonces tos y rinitis. (10) Los ácidos gástricos, la piel y una capa de células especiales que recubren el intestino combaten también a los intrusos. (11) Si esta primera línea defensiva fracasa, el sistema inmunológico entra en acción. (12) Se trata de una complicada malla, cuyo funcionamiento no se ha conocido con detalle hasta hace muy pocos años. (13) La defensa inmunológica destruye los virus intrusos (14) e incluso puede inmunizarnos contra un nuevo ataque de un virus del mismo tipo. (15) Los leucocitos cumplen una función determinante en la respuesta inmunológica. (16) Circulan en la sangre (17) y se mantienen en contacto para coordinar múltiples efectos recíprocos. (18) Los fagocitos, un tipo de leucocitos como su nombre indica, devoran literalmente a los virus intrusos. (19) Los fagocitos no solo patrullan en la sangre, sino que también localizan a los enemigos en el sistema linfático. (20) Estas células devoradoras constituyen una respuesta inmunológica rápida y no específica. (21) Reaccionan a las pocas horas de la infección (22) y lo hacen antes de que la respuesta específica entre en acción.
. ¿Cuál de los siguientes enunciados combina o integra MEJOR la secuencia de los enunciados del 1 al 22?
LECTURA 4:
(1) Cultura era ante todo hasta la segunda mitad del siglo XIX lo que no era naturaleza. (2) Había un dualismo entre naturaleza y cultura. (3) De un lado estaba el cuerpo, el animal humano, que deglute alimentos, respira; (4) de otro lado, los procesos mentales, la capacidad simbólica. (5) Pero cultura y naturaleza son conceptos que tienen que pensarse conjuntamente y no aislados como ha sido habitual durante la modernidad. (6) Son inconcebibles la una sin la otra. (7) Naturaleza y cultura no son ontológicamente ámbitos opuestos sino un todo, nuestra herencia. (8) Resulta insostenible, lo mismo que en todo determinismo o esencialismo cultural y biológico, que no se integre la historia natural en la social, los actos naturales en conductas culturales. (9) Igual que el concepto de cultura, la noción de naturaleza es ajena a su concepción esencialista, homogénea, unitaria, sustantiva y delimitada, conjugables con las ideas ilustradas de progreso, civilización y universal cultural, y con la idiosincrasia, tradición y dimensión colectiva que supuestamente marcan de forma sistemática las áreas culturales y las fronteras geográficas. (10) La naturaleza nos aporta unos recursos que los individuos y grupos compartimos y que adquirimos como herencia del pasado, transformándolos durante nuestra vida, (11) volviéndolos a transmitir a generaciones futuras con los cambios introducidos. (12) Estos recursos no son ajenos a las diversidades, los cambios, las transformaciones, los contactos, las coexistencias, las hibridaciones y los procesos identitarios que experimentan los sujetos sociales. (13) El ser humano no puede ser definido sólo por sus aptitudes innatas, ni únicamente por sus formas de conducta efectivas, conforme plantean en gran medida las ciencias sociales contemporáneas, (14) sino que debe verse como el puente que integra ambos dominios. (15) El ser humano expresa el modo en que la naturaleza se transforma en cultura, (16) y se define por la forma en que sus potencialidades genéricas se encarnan en su conducta, emociones y maneras de pensar.
Los enunciados del 2 al 6 tratan de la relación entre cultura y naturaleza. ¿Cuál de ellos puede omitirse sin perder información necesaria?
LECTURA 4:
(1) Cultura era ante todo hasta la segunda mitad del siglo XIX lo que no era naturaleza. (2) Había un dualismo entre naturaleza y cultura. (3) De un lado estaba el cuerpo, el animal humano, que deglute alimentos, respira; (4) de otro lado, los procesos mentales, la capacidad simbólica. (5) Pero cultura y naturaleza son conceptos que tienen que pensarse conjuntamente y no aislados como ha sido habitual durante la modernidad. (6) Son inconcebibles la una sin la otra. (7) Naturaleza y cultura no son ontológicamente ámbitos opuestos sino un todo, nuestra herencia. (8) Resulta insostenible, lo mismo que en todo determinismo o esencialismo cultural y biológico, que no se integre la historia natural en la social, los actos naturales en conductas culturales. (9) Igual que el concepto de cultura, la noción de naturaleza es ajena a su concepción esencialista, homogénea, unitaria, sustantiva y delimitada, conjugables con las ideas ilustradas de progreso, civilización y universal cultural, y con la idiosincrasia, tradición y dimensión colectiva que supuestamente marcan de forma sistemática las áreas culturales y las fronteras geográficas. (10) La naturaleza nos aporta unos recursos que los individuos y grupos compartimos y que adquirimos como herencia del pasado, transformándolos durante nuestra vida, (11) volviéndolos a transmitir a generaciones futuras con los cambios introducidos. (12) Estos recursos no son ajenos a las diversidades, los cambios, las transformaciones, los contactos, las coexistencias, las hibridaciones y los procesos identitarios que experimentan los sujetos sociales. (13) El ser humano no puede ser definido sólo por sus aptitudes innatas, ni únicamente por sus formas de conducta efectivas, conforme plantean en gran medida las ciencias sociales contemporáneas, (14) sino que debe verse como el puente que integra ambos dominios. (15) El ser humano expresa el modo en que la naturaleza se transforma en cultura, (16) y se define por la forma en que sus potencialidades genéricas se encarnan en su conducta, emociones y maneras de pensar.
Los enunciados del 9 al 16 tratan de la relación entre cultura y naturaleza. ¿Cuál de ellos puede omitirse sin perder información necesaria?
LECTURA 4:
(1) Cultura era ante todo hasta la segunda mitad del siglo XIX lo que no era naturaleza. (2) Había un dualismo entre naturaleza y cultura. (3) De un lado estaba el cuerpo, el animal humano, que deglute alimentos, respira; (4) de otro lado, los procesos mentales, la capacidad simbólica. (5) Pero cultura y naturaleza son conceptos que tienen que pensarse conjuntamente y no aislados como ha sido habitual durante la modernidad. (6) Son inconcebibles la una sin la otra. (7) Naturaleza y cultura no son ontológicamente ámbitos opuestos sino un todo, nuestra herencia. (8) Resulta insostenible, lo mismo que en todo determinismo o esencialismo cultural y biológico, que no se integre la historia natural en la social, los actos naturales en conductas culturales. (9) Igual que el concepto de cultura, la noción de naturaleza es ajena a su concepción esencialista, homogénea, unitaria, sustantiva y delimitada, conjugables con las ideas ilustradas de progreso, civilización y universal cultural, y con la idiosincrasia, tradición y dimensión colectiva que supuestamente marcan de forma sistemática las áreas culturales y las fronteras geográficas. (10) La naturaleza nos aporta unos recursos que los individuos y grupos compartimos y que adquirimos como herencia del pasado, transformándolos durante nuestra vida, (11) volviéndolos a transmitir a generaciones futuras con los cambios introducidos. (12) Estos recursos no son ajenos a las diversidades, los cambios, las transformaciones, los contactos, las coexistencias, las hibridaciones y los procesos identitarios que experimentan los sujetos sociales. (13) El ser humano no puede ser definido sólo por sus aptitudes innatas, ni únicamente por sus formas de conducta efectivas, conforme plantean en gran medida las ciencias sociales contemporáneas, (14) sino que debe verse como el puente que integra ambos dominios. (15) El ser humano expresa el modo en que la naturaleza se transforma en cultura, (16) y se define por la forma en que sus potencialidades genéricas se encarnan en su conducta, emociones y maneras de pensar.
¿Cuál de los siguientes enunciados del 6 al 10 del expresa INDIRECTAMENTE MEJOR la relación de cultura con naturaleza?
LECTURA 4:
(1) Cultura era ante todo hasta la segunda mitad del siglo XIX lo que no era naturaleza. (2) Había un dualismo entre naturaleza y cultura. (3) De un lado estaba el cuerpo, el animal humano, que deglute alimentos, respira; (4) de otro lado, los procesos mentales, la capacidad simbólica. (5) Pero cultura y naturaleza son conceptos que tienen que pensarse conjuntamente y no aislados como ha sido habitual durante la modernidad. (6) Son inconcebibles la una sin la otra. (7) Naturaleza y cultura no son ontológicamente ámbitos opuestos sino un todo, nuestra herencia. (8) Resulta insostenible, lo mismo que en todo determinismo o esencialismo cultural y biológico, que no se integre la historia natural en la social, los actos naturales en conductas culturales. (9) Igual que el concepto de cultura, la noción de naturaleza es ajena a su concepción esencialista, homogénea, unitaria, sustantiva y delimitada, conjugables con las ideas ilustradas de progreso, civilización y universal cultural, y con la idiosincrasia, tradición y dimensión colectiva que supuestamente marcan de forma sistemática las áreas culturales y las fronteras geográficas. (10) La naturaleza nos aporta unos recursos que los individuos y grupos compartimos y que adquirimos como herencia del pasado, transformándolos durante nuestra vida, (11) volviéndolos a transmitir a generaciones futuras con los cambios introducidos. (12) Estos recursos no son ajenos a las diversidades, los cambios, las transformaciones, los contactos, las coexistencias, las hibridaciones y los procesos identitarios que experimentan los sujetos sociales. (13) El ser humano no puede ser definido sólo por sus aptitudes innatas, ni únicamente por sus formas de conducta efectivas, conforme plantean en gran medida las ciencias sociales contemporáneas, (14) sino que debe verse como el puente que integra ambos dominios. (15) El ser humano expresa el modo en que la naturaleza se transforma en cultura, (16) y se define por la forma en que sus potencialidades genéricas se encarnan en su conducta, emociones y maneras de pensar.
Los enunciados del 6 al 15 describen la relación de la cultura con la naturaleza. ¿Cuál de ellos recoge MEJOR su contenido general?
Un conductor viaja durante su primer día 115 km. En su segundo día viaja 85 km. Si este conductor ha viajado el 80% de la distancia, ¿cuántos kilómetros le faltan por recorrer?
Un automóvil recorrió 272 kilómetros en 4 horas y 15 minutos. ¿Cuántos kilómetros recorrió en una hora?
El cociente de 2 ⅓ ÷ (-3⅓) igual a
Un joven retira el 25 % de sus ahorros y gasta el 33% en adornos para su nueva casa. Si los adornos costaron $250.00, ¿cuántos dólares tenía en el banco?
. La expresión 18 + 2³ ÷ 4 × 2 es igual a
Halle la medida del lado x del triángulo que se muestra en la figura anterior.
¿Cuál es la medida del arco AB?
En la figura anterior, las tres rectas verticales son paralelas. ¿Cuál es el valor de x?
Si se duplica el radio del círculo anterior, el número de veces que aumenta el área del círculo es
En la figura anterior hay un círculo inscrito en un cuadrado. ¿Cuántas unidades cuadradas mide la parte sombreada?
En la figura anterior, m∠x =
Mateo comienza una caminata en la estación A, cuya localización se muestra en la figura anterior. Luego se mueve a la estación B que está 3 kilómetros al norte. Para completar su caminata se mueve 5 kilómetros al oeste donde está la estación C. ¿Cuáles son las coordenadas de Mateo al finalizar la caminata?
Carmen compró 5 metros de alambre y utilizó ¾ partes. ¿Cuántos metros de alambre le sobraron?
En un examen de matemática la media aritmética fue 74 con una desviación estándar de 6. Si la puntuación de un estudiante está a 2 desviaciones estándar sobre la media aritmética, ¿qué puntuación obtuvo este estudiante?
Si 4x = ⅚ y, entonces 5y =
La figura anterior muestra la solución gráfica de
El precio de las naranjas está dado por la expresión n = 4k – 9 y el de las manzanas está dado por la expresión m = 5k + 12 donde k representa el número de kilos. Ana compró k1 manzanas y pagó $ 52. ¿Cuánto pagará por k1 kilos naranja?
Hallar la pendiente y el punto de intersección con el eje “y ” de la siguiente función 6x + 2y = 8